
Los textos de mis ultimas entradas se han orientado a expresar mis preocupaciones sobre los peligros que nos acechan como sociedad en un año donde viviremos un proceso electoral que se desarrollará en escenarios inciertos.
He definido ese peligro como la apropiación del poder total por esa minoría oligarca, liberal y reaccionaria que, aliada a poderes extranjeros, busca eliminar todo vestigio político de quienes cuestionen y confronten sus privilegios.
Y buscando crear las condiciones para acceder a ese poder total, esa derecha, con sus terminales mediáticas, políticas y judiciales, representativas del Poder Económico, nos encamina por un estrecho sendero que conduce a nuestra sociedad al naufragio, cual si fuera un nuevo Titanic.
El obstáculo que se interpone en el rumbo que ha tomado nuestro país no es una voluminosa masa de hielo como la embestida por el trasatlántico inglés. Claro que no. En este caso es una voluminosa masa de condicionantes impuestos por el Fondo Monetario Internacional y causadas por la deuda externa contraída..
Y esa deuda en conjunto con las condicionantes que impone el FMI, tienen la misma capacidad de daño que la masa de hielo que embistió el Titanic.
Es innegable que nuestro País afronta numerosos problemas que, lejos del sentido que busca instalar esa derecha, no tienen causales económicos. tal como afirmaba Perón en 1972 «el problema de la Argentina no es económico, es político». (Recordemos que nuestro país oscila entre las 25 y 30 mayores economías del mundo). Pero cualquier decisión política que busque las soluciones a esos problemas quedan sometidas a condicionamientos externos, generados por el primer gran problema que se tiene que resolver: la deuda externa y la tutela del FMI.
EL ICEBERG CON FORMA DE DEUDA EXTERNA Y DE FMI
Desde Bernardino Rivadavia en adelante, todos los gobiernos que respondían a los intereses de esa minoría elitista, autopercibida dueña del país y aliada histórica de intereses extranjeros, han fungido el rol de endeudadores seriales de la Nación. Y desde su creación en 1944, salvo los dos primeros gobiernos de Perón y los de Néstor y Cristina Kirchner, el Fondo Monetario Internacional tuteló le economía nacional.
El FMI, que no es un simple organismo financiero, cumple la doble función de ser, prioritariamente, el brazo financiero de los intereses geopolíticos de Estados Unidos y de sus aliados permanentes y el custodio de los intereses económicos de los fondos de inversión que operan en Wall Street.
Lejos de “lograr un crecimiento y una prosperidad sostenibles para cada uno de los países miembros”, como reza su Estatuto, el FMI utiliza los créditos que otorga a los países que se los solicitan, como la herramienta de sojuzgamiento económico de esos países, siempre con el objetivo puesto en esos intereses geopolíticos (petróleo, gas, acuíferos, alimentos, litio y otros minerales, entre otras cosas) y en el beneficio de los fondos de inversión..
Y para aplicar ese sojuzgamiento tiene el Programa de Facilidades Extendidas (PFE), que le permite al FMI instalarse como gendarme de las economías nacionales por 10 o más años, y así resguardar los intereses geopolíticos de sus mandantes.
Veamos ahora como se llego a construir ese iceberg de deuda externa y de FMI.
En 2015 CFK se despedía del Gobierno con una deuda en dólares de u$s 84.000 millones y sin la presencia del FMI desde 2005.
Macri, ni bien llegado al gobierno se asumió como el nuevo endeudador serial, primero para pagar a los fondos buitres del juez Griesa, y luego para facilitar la «bicicleta financiera» de los fondos especulativos, que llegaron como manada, y generando un endeudamiento de u$s 68.000 millones en apenas 2 años de gestión. «Y hasta aquí llego mi amor» avisaron al unísono esos fondos, y decidieron cerrar el mercado financiero de bonistas privados para Argentina ante lo insostenible del endeudamiento emitido..
Entonces, de la mano de la Lagarde, de quien «nos teníamos que enamorar todos los argentinos», llegó el Fondo, trayendo su stand by como regalo político de don Trump, y con el objetivo de evitar que el gobierno de Macri cayera en un nuevo default 12 meses antes de las elecciones presidenciales.
No pasemos por alto que ese crédito stand by es doblemente bastardo: gestado por fuera del Estatuto del propio Fondo y «flojito de papeles» por parte del macrismo.
¿Para que necesitó asumir tal volumen de deuda externa la Alianza Cambiemos? Nunca lo explicaron con la verdad, seguramente porque no lo pueden explicar. Pero así construyeron ese iceberg que se interpone en el futuro de la ciudadanía: deuda externa monumental y FMI controlando las cuentas de la Nación.
Ahora digamos lo que hay que decir para que nadie tenga dudas.
En las actuales circunstancias, la deuda externa argentina es impagable y las imposiciones del FMI son inviables.
Era impagable en 3 años el crédito tomado por Macri y sigue siendo impagable en 10 años el refinanciamiento de Fernández-Guzmán.
Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, incluyendo toda la deuda tomada por el macrismo, esto es los u$s 68.000 millones contraídos con bonistas privados y los u$s 45.000 millones del FMI, los vencimientos de capital e intereses para el periodo 2024/2034 alcanzan los 197.870 millones de dólares.
Uno debería pensar que en la mesa de negociaciones, cuando se tomó y cuando se refinanció el crédito, estaban sentados una caterva de incapaces que no sabían lo que estaban haciendo. Lo explico.
Nadie en su sano juicio puede pensar que un país que en los últimos 39 años ha generado un ingreso genuino de divisas (superávit del comercio exterior) de u$s 5.128 millones promedio/año puede afrontar semejante perfil de vencimientos, los que oscilan entre 9.000 y 23.000 millones de dólares según el año.
No tengo ninguna duda que el gobierno de Macri tomó intencionalmente un crédito stand by con destino de Programa de Facilidades Extendidas y que la refinanciación acordada, dentro ya de ese programa, por el ministro Guzmán y avalada por el presidente Fernández, fue producto de la claudicación ante el FMI eludiendo plantear que un crédito político debía tener una solución también política.
Y con la vigencia de ese Programa, ante cada incumplimiento de las condicionalidades y de los pagos programados, el FMI acentúa sus imposiciones restrictivas sobre la economía, dejando a los gobiernos sin herramientas para el desarrollo nacional y el bienestar de la ciudadanía.
Par tener una acabada muestra de lo que significa esta presencia del Fondo auditando y decidiendo sobre aspectos económicos nacionales, los invito a
buscar información sobre la crisis de deuda externa de Grecia. Pero, por si los puede la pereza, les dejo una síntesis: la crisis comenzó a finales de 2009 y se dio por terminada (¿terminada?, ponele) en el 2022. El país arrastra la caída del 25 % de su economía, 30 % de desempleo, 41 % de pobreza, 22 % de indigencia y el 25 % de su población excluida de toda protección social.
Es la degradación social que le espera a nuestro país.
LA DEUDA Y EL FMI COMO INSTRUMENTOS DE LA DERECHA
Es histórica la connivencia entre el Poder Económico de nuestro país con intereses extranjeros. Connivencia que se transforma en absoluta coincidencia con el modelo de país buscado por la derecha nativa y el modelo de país que surge de las condicionalidades del FMI. La reducción del déficit fiscal, la libre circulación de capitales y bienes, las reformas estructurales y un valor del dólar ajustado al alza, son parte eterna de los requerimientos del FMI y a su vez formatean los objetivos aspiracionales de la derecha. El Estado disminuido, la perdida de beneficios sociales y derechos laborales, la desindustrialización, caída en términos reales de salarios y jubilaciones, crecimiento del ejército de desocupados, pobreza e indigencia. Un modelo de país con muchas privaciones y pocos derechos. Lo que siempre quiso consolidar la derecha y que permanentemente recibió la resistencia popular. Y que ahora, en una nueva intentona de consolidar y eternizar ese modelo de país, para lo que necesitan asumir el poder total, han recurrido, no solo a la colaboración del FMI, sino también a un Poder Judicial como protagonista principal de esa ficción llamada «law fare», que desde la Corte Suprema para abajo, usa todos sus medios para eliminar toda expresión de voluntad popular que se atreva a cuestionar y confrontar al orden impuesto por esa minoría oligarca, liberal y reaccionaria y sus aliados extranjeros.
Entonces vuelvo otra vez.
“Y ese poder total, que aspiran obtener, permitirá que esa minoría privilegiada que conforma el Poder Económico eternice un modelo socioeconómico según sus designios. Designios que serán convertido en bienaventuranzas sociales por el monopolio mediático, reglamentados su ejercicio por el poder político del Estado en sus manos y custodiados como fieles cancerberos por un Poder Judicial omnímodo que supervisará y corregirá las decisiones tomadas desde el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo” (El año que estaremos en peligro, 02/03/23).
ANTES QUE SEA TARDE

RECONSTRUIR LA UNIDAD DEL CAMPO NACIONAL Y POPULAR
Necesitamos urgente cambiar el rumbo que transita el país con destino de crisis nacional. ¿Cómo hacerlo? es la pregunta que me hago y seguramente se hacen ustedes también.
Al comienzo de esta entrada hice referencia a los numerosos problemas que enfrenta el país, y remarcaba que, prioritariamente, debíamos resolver el problema de la deuda externa y la presencia del FMI. Para encontrar un rumbo alternativo que nos aleje del peligro que nos acecha, también tenemos una acción prioritaria que realizar: reconstruir la unidad del campo nacional y popular.
Pero antes permítanme ofrecerle mi visión de lo que es «el campo nacional y popular», para no caer en esas frases hechas que terminan referenciando a una entelequia, lejos de la comprensión popular. Y a la vez para corregir el concepto erróneo de asociar ese «campo nacional y popular» a una identidad política relacionada con el peronismo.
Es común que para definir el campo nacional y popular se pase a una enumeración de los distintos estamentos de la sociedad que lo integran, a saber: trabajadores, jubilados, pequeños comerciantes,… y así, seguir hasta agotar esa descripción que, posiblemente, nunca sea completa.
Creo, y acepto correcciones, que ese continente de los nacional y popular tiene una definición mas clara y entendible: abarca a todos los sectores sociales que tienen sus ingresos pecuniarios en moneda nacional y que su bienestar social está directamente relacionado con el desarrollo del mercado interno.
Definición que queda graficada por el circulo virtuoso de la redistribución del ingreso: los ingresos generan consumo, el consumo genera comercialización de bienes y servicios, la comercialización de bienes y servicios genera producción, la producción generan empleos, los empleos generan mayor masa de ingresos, y así la rueda sigue girando.
¿Quieren ponerle un numero para cuantificar a esa población que estaría contenida en ese campo nacional y popular? No lo duden: el 85% de la población argentina.
Y en esa inmensa mayoría que integra el campo nacional y popular, vos, yo, nosotros, está depositado el poder originario de los pueblos, el poder que construye el orden de la convivencia en comunidad o lo reemplaza cuando no sirve a sus intereses y coarta o suprime sus derechos. (La relación de fuerzas en política, 30/10/22)
Y es la unidad del campo nacional y popular, en ejercicio del poder originario que posee, la herramienta indispensable para imponer los intereses nacionales por sobre la deuda y el FMI, y reformar el Poder Judicial, rescatar la ley de medios y la soberanía sobre el río Paraná y nuestros recursos naturales, disciplinar a los formadores de precios, redistribuir el ingreso nacional y llevar adelante todas las medidas necesarias para construir una sociedad con justicia y equidad.
Ahora bien, la realidad nos indica que el orden que estamos viviendo y el que nos augura vivir el rumbo que llevamos como país, con un destino de abundantes privaciones y escasos derechos, no esta siendo cuestionado por la totalidad de esa inmensa mayoría. Solo un segmento de ese conjunto lo hace.
Muchos ensayaran distintas explicaciones sobre la apatía de una franja de nuestra sociedad que, al borde de la resignación, termina naturalizando ese orden impuesto por el Poder Económico, convirtiéndose en el anclaje social de sus propios victimarios.
Victimarios, afirmo, porque esa derecha, representativa de esa minoría oligarca, liberal y reaccionaria, mata. (*)
Mata sueños, mata proyectos, mata ilusiones, mata esperanzas y cuando lo cree necesario, también mata personas.
En el conjunto de todos los ensayos que hagamos para entender esta conducta de vastos sectores de la sociedad no podemos, no debemos, ignorar que dentro de ese continente que define el campo nacional y popular tenemos millones de personas que creen haber culminado o mejorado su instrucción histórica y política mirando televisión, escuchando radio, leyendo diarios, que las alejan de su procedencia histórica y les anulan su identidad nacional y popular, con lo que las preparan para convertirlas en terreno fértil para las operaciones de las terminales mediaticas, políticas y judiciales que actúan con ese objetivo del poder total.
Es ese sentido social creado en esas franjas, que siendo parte ineludible del campo nacional y popular, las termina convirtiendo paradójicamente en cómplices de un proyecto antinacional y antipopular.
Debemos entender que ese sentido social creado por la derecha con el objetivo, hasta ahora logrado, de dividir y enfrentar a sectores sociales con los mismos intereses y aspiraciones (porque dentro de ese campo nacional y popular quien no estaría contenido por un proyecto de sociedad justo y equitativo) lo han conseguido a través de una hegemonía cultural surgida de dos resortes fundamentales para tal fin: los sistemas educativos y los sistemas comunicacionales.
Sin esa hegemonía, como explicar entonces que asuman tener los mismos intereses productores agrícolas de menos de 1.000 hectáreas con Grobocopatel. O pequeños y medianos comerciantes con la chilena Cencosud. O pequeños y medianos industriales con Arcor o Techint. O las PyMes exportadoras con las transnacionales agroexportadoras. O los profesionales de distintas áreas del conocimiento con sus «prestigiosos» colegas que son la mano de obra necesaria para materializar los designios de esa minoría elitista.
Y este, hasta ahora, objetivo cumplido por la derecha, ha tenido como cómplice a la negligencia conque se ha abandonado la acción de batallar contra esa hegemonía, huevo de la serpiente donde se distingue lo antinacional y antipopular.
Entonces, para reconstruir la unidad del campo nacional y popular tenemos el deber inalienable de dar esa batalla cultural. Desde cada lugar que ocupemos en la sociedad urge esa militancia cultural para que esa inmensa mayoría, con intereses y aspiraciones comunes, logre asumir su procedencia histórica y su identidad nacional y popular que nos funda en un solo pueblo que conviviendo en un solo territorio pueda construir una nación para todos y todas.
La victoria para esa batalla cultural requiere tiempo y constancia, pero la tenemos que dar sin defeccionar. Cada pequeño triunfo logrado es un obstáculo que retrasa y obstaculiza a esa derecha hacerse del poder total al que aspiran.
Si a esa batalla cultural no la sabemos, no la queremos o no la podemos dar.
Si esa división de quienes naturalmente somos parte del campo nacional y popular se mantiene, allanando el acceso de esa derecha que mata al poder total, entonces deberíamos sentirnos aludidos como sociedad por el final de un poema de John Doone, poeta ingles, siglo XVI, que inspiró el titulo de un famoso libro de Hemingway, y que me animo a parafrasear.
NO PREGUNTES POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS
ESTAN DOBLANDO POR NOSOTROS.
(*) Les cuento, al momento de estar escribiendo esta entrada la escucho a la Carrió confirmando mis dichos