LOS RASGOS FASCISTOIDE DE LA DERECHA ARGENTINA

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En el mundo está ocurriendo un fenómeno curioso: importantes sectores sociales han comenzado a sentirse expresado por fuerzas políticas que históricamente han sido caracterizadas como de derecha.

En términos generales las ideas fuerzas que definen el espacio político llamado derecha son la protección de los grupos con privilegios económicos, controlar la organización social a través del poder político para mantener la concentración de la riqueza y profundizar diferenciaciones, discriminaciones y desigualdades que conformen una sociedad de jerarquías. Y lo llamativo de este crecimiento político es que va incluyendo a sectores sociales de raigambres populares y que son los principales perjudicados por la ideología aplicadas en gestiones cuyos únicos beneficiarios son una minoría privilegiada

Esto ha convertido a las derechas de distintos países en actores importantes del juego democrático. Trump en EE.UU, Meloni en Italia, Bolsonaro en Brasil, Macri en Argentina, son algunos ejemplos de expresiones de derecha que se repiten por decenas en el mundo.

Este fenómeno llevaría a pensar a cualquier desprevenido que, por caso en nuestro país, donde el rechazo social masivo la obligó a archivar sus alternativas militares, esa derecha, caracterizada en 2016 como “moderna” por un periodista de El Dipló, se ha convertido al juego democrático abandonando para siempre sus tintes autoritarios y violentos.

Veremos que no es así.

NO HAY UNA MARCHA SOBRE ROMA NI UN PUTSCH DE MUNICH, PERO…

Para entendernos desde el vamos, aclaremos dos cosas.

  1. En la Argentina la derecha esta constituida por el Poder Económico y sus terminales políticas (la alianza PRO-UCR-CC Ari), mediáticas (los medios hegemónicos conducidos por Clarín y La nación) y judiciales (guarecida en Comodoro Py y la Corte Suprema de la Nación).
  2. Esta nota no predice un régimen totalitario impuesto por la derecha nativa, simplemente trata de señalar rasgos de conductas de ese espacio político que nos acercan peligrosamente a que se transformen en hechos concretos.

Volvamos entonces al tema y expresemos esos rasgos fascistoides que visualizamos en la derecha argentina.

Exacerbar los sentidos nacionalistas de la población es un componente de los regímenes fascistas. La derecha argentina lo hace en un sentido selectivo, obstaculizada por sus vínculos históricos con potencias extranjeras (Gran Bretaña primero y EE UU luego) lo que la obliga a tomar como bandera de ese nacionalismo el ataque a los inmigrantes de los países hermanos de América (la resaca que incorporamos según Pichetto) y los pueblos originarios (sus reclamos ponen en riesgo la soberanía según Bullrich). Obviamente es un nacionalismo muy “sui generis” enarbolado por una derecha cuyo máximo dirigente veranea en la estancia de un británico que se apropió de un Lago de dominio público o se disculpa por la independencia de nuestro país ante el Rey de la potencia que nos colonizaba. Pero suficiente para inflamar el sentido nacionalista de algunos sectores de la población y así justificar, con aceptación social, represiones y hasta asesinatos como los de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

La utilización de mecanismos que anulen las disidencias es otra característica de nuestra derecha con reminiscencias fascistas. Aquí también la derecha tiene restricciones para su implementación. Como su meta institucional perseguido es el sistema bipartidista yanqui, donde dos grandes expresiones políticas se diferencien por matices, pero sin poner en riesgos el estado de cosas existente.  

Por eso, y mas allá que no se privó de poner en marcha una red de espionaje desde los organismos del Estado para controlar a propios y extraños, puso todos sus cañones apuntando al único sector político que pone en riesgos los privilegios del Poder Económico: el peronismo kirchnerista y su lideresa CFK. Y en esta persecución se conjugan las terminales políticas, mediaticas y judiciales de la derecha, que no pierden un segundo en estigmatizar ante la opinión publica con discursos, fake new y dictámenes judiciales a Cristina y su fuerza política. Para hacer realidad la voluntad de erradicarlos, como lo expresara Mauricio Macri, ya no tienen los Gloster ni los Douglas para bombardear Juncal y Uruguay. Tampoco pueden forzar a cristina a exiliarse en España, pero no importa: en su reemplazo tienen el “lawfare” con que sueñan encarcelarla y/o proscribirla.  

Otra característica propia de los regímenes totalitarios es el control de los medios de comunicación. Pero la singularidad propia de la derecha argentina es que sobre esta actividad no necesita controles. Los medios hegemónicos pertenecientes a los grupos Clarín y La Nación, sumados a sus medios satélites, ya son parte de la derecha. No hace falta ningún esfuerzo para que difundan un discurso único que crea un sentido social que, permeabilizando la conciencia de amplios sectores sociales, los prepara para lograr un consenso al modelo propuesto por la derecha.   

UN FUTURO NO DESEADO.

Nacionalismo selectivo, controlar y eliminar disidencias con las herramientas provistas por redes de espionaje y el lawfare, medios de comunicación hegemónicos son rasgos fascistoides evidentes

Ahora bien, pongamos el foco en esto.

La derecha no tiene un proyecto socioeconómico que, explicitado sinceramente, pueda ser atractivo para la sociedad. Entiendo que ya no les sirve repetir el modelo marketinero basado en mentiras electorales para vender el producto Macri, que resultó ser de baja calidad, ni la utilización mediática que se hizo del suicidio de Nisman o la operación montada con “Aníbal es la Morsa” y que facilitaron su llegada al Gobierno Nacional en 2015.

Ahora necesitan instalarse en el sentido social como el remedio republicano, la eficiencia económica y el orden social que necesita el país.

Para lograr ese objetivo necesitan, y buscan crearlo, un contexto determinado sobre el que ya opiné (ver La Crisis Buscada). Cuando la sociedad se sienta agotada por la situación económica y desencantada de un sistema político que no da respuestas a sus demandas, cuando los reclamos de los sectores sociales más vulnerables sean vistos por los ojos del resto de la sociedad como “un desorden social” al cual hay que temerle, cuando las nuevas falacias comunicadas falseando la realidad hayan eliminado de la memoria social cualquier recuerdo sobre su reciente gestión gubernamental, ahí es cuando la derecha canta ¡Bingo!

Ese es el momento en que la población, con su conciencia política mas baja, agobiada por el presente y angustiada por un futuro incierto, acepta sin resistencias el retorno de esa derecha que viene a ordenar la vida política, económica y social del país.

¿Y como busca ordenarlo?

Con las viejas recetas de antaño, políticamente oligárquicas, económicamente liberales y socialmente reaccionarias: el añorado modelo exportador de nuestros recursos naturales, y cuyos beneficios se derraman solamente sobre los dos deciles más altos en la distribución de la riqueza nacional.

Y cuando la puesta en marcha de ese modelo regresivo comience a necesitar de la eliminación de derechos laborales, de ajustes en el sistema previsional, cuando utilicen al crédito con el FMI, crédito que esa misma derecha tomó hace apenas 4 años, como excusa para derramar miseria y privaciones sobre las grandes mayorías populares, es entonces cuando la resistencia de las mayorías populares vuelva a renacer, retoma su conciencia política y sus caminos de luchas históricas.

Es ahí cuando, sin una Marcha sobre Roma, sin un putchs de Munich, esta derecha “moderna”, “integrada” al juego democrático, “tiende a transformarse en fascismo cuando no puede justificar mas la injusticia de su sistema económico y recurre al terror” (Max Horkheimer, filosofo de la Escuela de Frankfurt)).

No piensen que estas solo son palabras expresadas en el otro siglo y referidas a la realidad de otra nación. No se equivoquen, estas palabras tienen la virtud de expresar una conducta común de las derechas del mundo, cualquiera sea su momento temporal. Esas conductas tambien pueden ser verbalizadas en este país y en este momento.

Y a las pruebas me remito.

En la noche del 18 de setiembre, reporteado en un programa de la señal La Nación +, Macri recitaba el modelo que impulsaría desde un hipotético gobierno en 2023. En ese contexto es que se produce este diálogo.

Majul- “En Argentina esto que usted plantea, genera gente en la calle, represión de las fuerzas de seguridad y muertos ¿se lo banca? “

Macri- “Hay que hacer, lo que hay que hacer. El liderazgo se tiene que bancar lo que venga”.

Aquí se podría concluir este posteo con la frase “No más preguntas, su señoría”.

Pero hace falta remarcar otro final.

La represión que propone Macri, y que expresa la conducta tantas veces demostrada por la derecha argentina cuando no se revestía de “democrática”, necesita de consensos.

Necesita de un porcentaje importante de gente que la tolere, que crea que es necesario porque la coyuntura lo necesita, porque la gente en la calle es un caos y debe ordenarse con decisiones desde el gobierno.

Y entonces debo confesarles algo. No me preocupa lo que hagan Ellos.

Me preocupa lo que hagamos Nosotros.


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