LA RELACION DE FUERZAS EN POLÍTICA.

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Hemos escuchado hasta el hartazgo la utilización de la frase “relación de fuerzas” como un impedimento natural a la toma de decisiones políticas. ¿Rechazar el pago de la deuda externa? La relación de fuerzas. ¿Subirles los impuestos a los ricos? La relación de fuerzas. ¿Retenciones al agro? La relación de fuerzas. ¿Intervenir el mercado de los alimentos? La relación de fuerzas. ¿Afectar los intereses de Clarín? La relación de fuerzas.

Seguramente coincidiremos en que el punto de quiebre de este gobierno fue Vicentin. ¿Por qué no se pudo expropiar? La relación de fuerzas.

Vale entonces adentrarse en este tema.

EL PODER Y LOS PODERES

Desde que los seres humanos se pararon sobre sus patas y comenzaron a utilizar sus manos como herramientas de trabajo, se comenzó a gestar el ejercicio del poder.

En el transcurso de las distintas formas organizativas que se iba dando el ser humano, se comenzaba a materializar el poder originario, que radicaba en los propios individuos constituidos en grupos sociales y que reflejaba las relaciones sociales que se iban dando.

La evolución de las formas organizativas de las comunidades y del trabajo fueron dando lugar a la aparición de otros poderes, derivados de lo religioso, de lo económico, de lo militar, del conocimiento, de lo asociativo, de lo comunicacional. Todos con un común denominador: responden a intereses sectoriales.

Cuando la organización social llego a su máximo nivel, la construcción del Estado, se conformó el poder político.

Con lo hasta aquí expuesto queda claro que existen diversos tipos o clases de poderes.

Luego, el poder político que ejerce el Estado está directamente ligado a las relaciones sociales que se dan dentro de una comunidad.

Esa relaciones sociales son las que generan las relaciones de fuerzas que sostienen el poder político del Estado.

LA RELACIÓN DE FUERZAS.

En el bucólico amanecer del mundo, cuando el modelo económico era de subsistencia, el ejercicio del poder era el originario: familias, clanes, tribus delegaban ese poder originario en un individuo o en una elemental organización, para así poder tener las reglas mínimas que aseguraran la convivencia.

Eso fue así hasta que a alguien se le ocurrió la piola idea de vivir del trabajo de los demás.

El poder económico se comenzaba a construir.

Ese poder económico que utilizaba la fuerza y la violencia para la apropiación de riquezas no podía mantener sus privilegios ni sostener ese estado de cosas solo con el uso constante de esa fuerza y esa violencia.

Necesitaba otras herramientas. Y lo primero a lo que recurrió fue a lo religioso.

El temor ancestral a lo desconocido y a la muerte y la necesidad de una felicidad eterna que compensaría las privaciones de la vida, sirvieron para que las religiones se transformaran en herramientas de dominación al servicio de ese poder económico.

Comenzaba a gestarse lo que damos en llamar la relación de fuerzas.

Relación de fuerzas que no es otra cosa que la confluencia de poderes sectoriales que generan una relación social que permite ejercer el poder político en función de intereses que han sido asumidos como propios por un colectivo de individuos, casi siempre intereses que son impuestos por el poder dominante de cada momento histórico.

EL ESCENARIO HISTORICO DE LA ARGENTINA.

Desde la época virreinal el poder dominante en nuestro país tuvo una característica única: se ejerció desde la acumulación de riquezas.

Esa acumulación de riquezas dio origen a esa clase social que se caracteriza por ser políticamente oligarca, económicamente liberal y socialmente reaccionaria, asociadas con intereses extranjeros y que hoy llamamos Poder Económico. Que no es otra cosa que la vieja oligarquía hoy diversificada.

Así fue como esa oligarquía triunfante después de años de guerras civiles, asonadas y contra-asonadas militares, entendió que la fuerza y la violencia no podían ser herramientas de utilización diaria, decidió pacificar el país con la formación del Estado-Nación. Entonces el poder político se configuró con la relación de fuerzas que surgía de la confluencia del poder económico, el poder religioso, el poder militar y el poder internacional del entonces imperio inglés.

Desde 1536, con la primera fundación de Bs As hasta la actualidad se mantuvo este escenario.

Pero claro, este escenario tiene una dificultad histórica:  a un pueblo no se le puede tener indefinidamente subordinado a intereses que arbitrariamente benefician a una minoría.

Y esto dio lugar a la conformación de dos bloques que en ese escenario tienen una confrontación permanente: el integrado por esa clase social oligárquica, liberal y reaccionaria que hoy llamamos Poder Económico y el compuesto por las mayorías populares.

La riqueza acumulada por un lado y el trabajo y el esfuerzo que permite la existencia de esa riqueza acumulada por el otro.

Y esa confrontación es la que permitió que ese escenario se haya visto modificado, solo en pequeños periodos de tiempo, cuando el protagonismo dominante fue asumido por las mayorías populares.

Esto fue cunado el poder originario logró ser el eje de una relación social que permitió el ejercicio del poder político en función de intereses del conjunto mayoritario de la sociedad.

EL PODER ORIGINARIO.

El poder originario es el que se encuentra en el pueblo, o como se desee llamarlo: sociedad, masas, público, gente.

En palabras de más fácil entendimiento: trabajadores, jubilados, profesionales, desocupados, estudiantes, empresarios, que requieren de relaciones económicas que les permitan una vida digna, con acceso a los bienes y servicios básicos para lograr esa dignidad. Son los sectores sociales en que la calidad de vida de sus integrantes depende de dos ideas fuerzas: la intervención del Estado en la planificación de la actividad económica del país y las políticas de redistribución del ingreso nacional en favor de las mayorías populares.

El poder originario no es un concepto puramente teórico que sirva como hipótesis para explicar una realidad o para elucubrar sobre el fenómeno del poder, sino es el poder mismo, es el poder por antonomasia, porque es el que decide el orden y el que también decide romperlo cuando no está a su servicio, y en lugar de garantizar sus intereses lo coarta o de plano lo suprime.

Ese poder originario es el summum del poder, es el de la sociedad, el del pueblo, o si se quiere, el de las masas: es el poder originario el que permite la propia conveniencia social; se puede manifestar como realidad o a través de una norma o una costumbre socialmente aceptada. Ese poder originario es en si mismo, por su composición social, la mayor relación de fuerzas existente, superior sin lugar a duda al bloque de fuerzas que conforma la elite oligárquica, liberal y reaccionaria.

Ese poder originario es el que genera terror en el Poder Económico, terror que lo lleva a buscar todos los medios al alcance del poderío de su riqueza para disminuirlo, esterilizarlo y domesticarlo, única forma de sostener sus privilegios sin cuestionamientos.

PODER ORIGINARIO, PODER ECONÓMICO Y LA RELACIÓN DE FUERZAS.

El Poder Económico crea el sentido de que la relación de fuerzas es una situación estática, inmodificable. Fuera del alcance de las acciones de la sociedad. La relación de fuerzas está conformada por las acciones de los poderes sectoriales que fungen de representantes genuinos de esa sociedad. Y si esos poderes derivan de las relaciones sociales imperantes del momento, relaciones sociales que son dinámicas y fluctuantes, es falso de toda falsedad que una relación de fuerzas existente en un determinado momento histórico se mantenga inalterable ante la dinámica social.

Para difundir ese concepto como real, el Poder Económico muestra, sin pudores, esa relación de fuerzas a la que considera hegemónica y suficiente para sostener sus privilegios.

A la trilogía mas expuesta públicamente, sus terminales políticas, mediáticas y judiciales, le suma otros actores provenientes de agrupaciones partidarias, sindicales, sociales, profesionales y empresarias, cooptados por el Poder Económico, que esgrimiendo sus determinadas representaciones actúan como agentes sostenedores de un estado socioeconómico que perjudica a sus propios representados. Sin expresarse públicamente, pero en forma cada vez mas evidente y que los sacan de las penumbras en que se mueven, estos actores son funcionales a los privilegios del Poder Económico.

La vigencia de un poder político que gestione con esa relación de fuerzas es posible solo bajo una única condición: evitar la expresión del poder originario.

Cuando ese poder originario se expresa cambia el escenario formateado por el poder económico y saltan por el aire las supuestamente estáticas e inmodificables “relaciones de fuerzas”.

El nacimiento del peronismo es una clara demostración de esto. Con un poder político en manos de las fuerzas armadas que habían encarcelado a Perón, con organizaciones políticas, empresariales, eclesiásticas y medios de prensa que lo denostaban, con una dirigencia sindical elucubrando decisiones extemporáneas, y avalados por la embajada yanqui, la relación de fuerzas hacía impensable la modificación del escenario. Pero el pueblo no lo entendió así: la avalancha humana que inundo las calles de Bs As generó el 17 de octubre del `45 y el 24 de marzo del `46. Y el escenario cambió. Se transformó la realidad. Otra Argentina surgió desde el subsuelo de la sociedad.

Se había expresado el poder originario.

A ese poder no hay relación de fuerzas que se le imponga.

Solo hay que hablar claro, sin mentiras ni falsedades, relacionar la conciencia colectiva con el pasado histórico, explicar los obstáculos a vencer, ser claros en visibilizar los enemigos del bienestar social, mostrar el horizonte esperanzador que nos ofrece el futuro y dejar que ese poder originario se exprese.

Solo así saldremos del laberinto que nos lleva a optar por la defección de unos y el desprecio de otros.

Solo así evitaremos los presagios de vendavales que se aproximan.


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