EL PODER ECONÓMICO Y ESE OSCURO OBJETO DEL DESEO

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ELIMINAR TODO VESTIGIO DE PERONISMO

Cuando el “aluvión zoológico” del 17 de octubre de 1945 dio nacimiento al peronismo, se transparentó el sentimiento de odio que el poder económico destilaba contra todo intento de avanzar sobre sus privilegios.

¿Cuáles fueron las acciones del peronismo que configuraron ese odio?

Mas allá de los errores cometidos por el peronismo en sus gestiones de gobierno, no puede haber dudas que el odio oligárquico fue despertado por sus aciertos y no por sus errores.

Fundamentalmente hay dos principios doctrinarios del peronismo inaceptables para la clase dominante

La intervención del Estado en políticas económicas y sociales es uno de ellos. El modelo económico del peronismo pivotea sobre captura de una parte de la renta de la tierra para financiar el desarrollo de un modelo económico industrial. La creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (I.A.P.I.) ponía en manos del Estado la fuente principal de riqueza y poder de la clase dominante: la producción del latifundio y su comercialización externa.

Con el cambio de la matriz agroexportadora a una de desarrollo industrial el poder económico siente que el peronismo le quita el país, del cual siempre se han considerado dueños. Y esa sensación se acrecienta cuando el peronismo con la Reforma del ´49 otorga rango constitucional a ese modelo económico de desarrollo y justicia social. Los capítulos III (Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura) y IV (La función social de la propiedad, el capital y la actividad económica), que recomiendo leer o releer según el caso, son la estaca de madera que se clava en el corazón del país oligárquico.

El segundo elemento inaceptable para el poder económico es el “aluvión zoológico”, frase patentada por el diputado radical Sanmartino, que da cuenta del sentimiento racista de las clases privilegiadas puesto en boca de uno de sus servidores. Con esa expresión se referían a la expresión política de las clases populares realizadas en las elecciones del 24 de febrero de 1946. Perder la hegemonía política en manos de gente ajena a su condición social, esa misma gente que, antes de la irrupción del peronismo en la vida política del país, giraba dócilmente subordinada a sus privilegios, a Ellos les resultaba intolerable.

Y esa intolerancia se potenció aún más con el ascenso social de las clases populares auspiciado por las políticas redistributivas del ingreso nacional que sostiene el peronismo.  Al considerarse como la única clase social con derechos a privilegios, sienten que su mundo es invadido por gente ajena, no blanca, que antes se conformaba en ser gente subordinada, sin derechos, mientras que el país giraba alrededor de ellos. Nunca pudieron asumir que esa gente de piel morena y rostros ajados por las inclemencias de la pobreza pudieran gozar de derechos y de un bienestar que creían solo reservado a Ellos.

Transcribo dos frases que ejemplifican el sentimiento de esa clase privilegiada:

“Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego también, el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos” (Patrón Costa)

«Le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal» (González Fraga)

Asumiendo que esas motivaciones fueron los disparadores del odio que las clases dominantes expresan desde entonces hasta hoy, no podemos caer en el error de pensar que el odio del poder económico se dirige hacia un espacio político llamado peronismo. Ellos profesan un odio irracional al pueblo argentino, a sus derechos, a sus formas de existencia, a sus organizaciones, a sus valores, a su cultura, a su existencia misma, habida cuenta que es ese pueblo el que le da contenido nacional y popular al peronismo. El enemigo que quieren extirpar de la vida política nacional es ese proyecto nacional y popular que anida en las entrañas mismas del pueblo argentino y que todavía, luego de 77 años, está representado en las tres banderas que enarbola el peronismo.

Ese sentimiento surge de la concepción oligárquica que el poder económico tiene sobre la forma de gobierno y la autopercepción, que mantienen desde el virreinato y consolidaron luego de la batalla de Pavón, de ser la clase social dominante lleva a esa minoría a configurarse como los dueños del país y de la vida de todos y todas quienes lo habitan. Los privilegios económicos conseguidos desde la época colonial, y que se incrementaban con el paso del tiempo, no iban a ser resignados fácilmente. El dominio conseguido en actividades claves de la economía nacional como consecuencia del modelo agroexportador y su alianza eterna con poderes extranjeros le permiten contar con distintos mecanismos para defenderlos. Y no se inhiben en utilizarlos.

Esos mecanismos surgidos de la influencia del poder económico que Hernández Arregui caracterizaba como un pólipo que “penetra todas las instituciones”, les sirvieron para, en una sucesión inalterable, alinear en la defensa de sus privilegios a las fuerzas armadas, la prensa, la educación, el poder judicial y sectores políticos.

Así han abortado, y lo continúan haciendo, a todos los intentos de avanzar con un proyecto nacional y popular: primero con las armas y sus secuelas de golpes de estados, exilios, fusilamientos, encarcelamiento y desapariciones, para luego dar paso a la creación de sentido en amplios sectores sociales a través de la difamación permanente de los medios de comunicación hegemónicos, de argumentaciones “profesionales” que naturalizan el estado de cosas generado por el propio poder económico al que sirven, coronados por el lawfare instrumentado por un poder judicial que, extraviado del sendero de justicia, se empecina en perseguir a todo referente de la resistencia popular a ese modelo elitista en lo económico y oligárquico en lo político.

No puedo dejar de referirme a los efectos actualmente relevantes de estos mecanismos, como es el acompañamiento de ciertos sectores sociales a este accionar político del poder económico, a pesar de que sus intereses económicos se encuentran en las antípodas de los privilegios de la clase dominante.

Son fundamentalmente sectores de clase media, que en general tienen dos puntos en común: sus apellidos delatan un origen inmigratorio y en su pasado familiar vivieron un ostracismo político y social del que fueron rescatado por Yrigoyen y Perón. Sin embargo, con una situación socioeconómica promovida y beneficiada por las políticas redistributivas y que potencian el mercado interno, del cual dependen económicamente, por ese sentido creado por la clase dominante, que les despiertan conductas de emulación y/o aspiracionales, esos sectores sociales acompañan los dictados de una clase dominante de la cual nunca formaran parte y que los detesta al igual que a las clases populares. Y revertir esa paradoja social es parte de la batalla cultural que debemos dar.

No es difícil concluir que ese oscuro objeto del deseo del poder económico que es la extirpación del peronismo, en realidad trata de extinguir los actos de resistencia popular a un modelo de país con minorías privilegiadas y mayorías sacrificadas. Con un discurso hipócrita buscan ocultar que la verdadera disyuntiva de nuestra sociedad no es peronismo o anti-peronismo. La contradicción para resolver es entre un proyecto nacional y popular o un proyecto oligárquico y elitista. Es entre un modelo de país donde “la bandera de la Justicia Social flamee hasta en el último rincón de la Patria” o un país desbastado socialmente por el poder económico.

Y aunque Ellos lograran arrancar de las clases populares su identidad peronista, con ese hasta ahora irrealizable objetivo que empezó con el bombardeo a Plaza de Mayo, siguió con la “Revolución Fusiladora”, la proscripción, las torturas y las desapariciones, y se prolonga hoy en la acción destituyente de sus terminales políticas, mediáticas, judiciales, con la  remarcación de precios y la colaboración de sus aliados extranjeros representados por el FMI (No olvidar: al FMI nos entregó la alianza PRO-UCR-CC).

Aunque se sintieran embriagados por haber cumplido con ese oscuro objeto del deseo que, imaginariamente, lograría eternizar sus privilegios, no pasará demasiado tiempo en que se genere una nueva representación política de ese modelo nacional y popular que anida en la memoria histórica de las clases populares.

Por eso las acciones políticas del poder económico, a pesar de esos momentos en que se ilusiona victorioso, están condenadas al fracaso.

Porque en el devenir históricos, los pueblos son como el agua.

En su camino, el agua encuentra numerosos obstáculos que parecieran detenerla en su avance. Pero lentamente erosiona esos obstáculos y sigue avanzando.

Los pueblos también.    


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